jueves, 10 de julio de 2014

Incendio Imaginario

Ocultó sus ojos bajo un transparente velo de agua salada, contemplándolo desde la oscuridad de su inconsciente. Reprimía los sentimientos hacia él, ya que no podía contenerlos en la lógica, eran demasiado irracionales. Ella los catalogaba como "un simple deseo no satisfecho", no sabía si era únicamente comprendido por el libido, o lo trascendía, yendo más allá de su alma.
Decidió levantar sus ojos, que hoy brillaban bajo un paisaje verde acompañado de girasoles que miraban al sol, y observaban directamente a los suyos, en los que se mezclaban aguas celestes de ríos profundos, musgo de las rocas que se encontraban en la orilla, y el humo de una noche fría.
Suspiró. Deseaba entrar en sus pensamientos, para luego entrar en su corazón, deseaba encontrarlo en su estado más vulnerable para volverlo suyo, deseaba poseerlo solo para ella, deseaba dominarlo.  Ella de repente se da cuenta de todos los deseos sexuales que están pasando por su cabeza, sonroja y aparta la mirada. No puede evitarlo, simplemente están allí. Esos pensamientos que un día hace mucho tiempo aparecieron, no abandonan su mente, continúan ahí, apareciendo cada tanto para torturarla una vez más. Ya había pasado cierto tiempo desde la última vez que su corazón no soporto la presión, que su psiquis estalló y sus ojos desperdiciaron lágrimas. Ahora podría pasar lo mismo.
Se está volviendo loca, así lo definirían los demás, pero es que no entienden lo que siente. Ni ella puede entenderlo, y esto es lo que hace que la situación sea tan tortuosa.
Él estaba allí, sentado, tranquilo como siempre, con su pelo despeinado , de su boca se desprendía el humo de un cigarrillo encendido por aburrimiento, cada tanto esbozaba una sonrisa de costado tímida, y cada tanto extendía su labio superior para tocar el metal de su nariz. Ella se encontraba lejos, enfrentada y con ganas de saltar encima salvajemente. No podía reprimir esos pensamientos, eran más fuertes que ella.
La noche transcurre, y no pasa nada. Ella continúa en el mismo lugar, él ya se había ido.
Una vez más quedó sola, cargada de pensamientos prendidos fuego, e intentando llamar a los bomberos de la razón para que apaguen este incendio imaginario. Recurre a la realidad, ya que no tiene nada más que soñar.
En sus ojos, los girasoles se apagaron, y la luna junto a la oscura noche volvió a reinar.