Rodrigo la miró extrañado, sus ojos clorofila tenían un brillo que nunca antes había visto, pues ella había estado comportándose raramente durante todo el día, como si su cabeza estuviera en otro lugar, y su mirada más allá. No podía ver lo que realmente le pasaba. No quería ver. Ciego de corazón ante la situación.
Ella lo miraba a los ojos, se moría de ganas de decirle cuanto le gustaba. Cómo le gustaría pasar el resto de los días con él, simplemente estando a su lado. Quería hacer mil planes, y a la vez, ninguno. Sólo lo quería a él, y deseaba de todo corazón que fuese de la misma manera, al revés. Que el la quisiera a ella, solamente para él, y que sean felices de esa manera... La utópica idea había concluido con un duro corte de realidad que mostraba, que él difícilmente abandonaría su posición actual, que se lucía en la noche, acompañado quizás de un par de copas, palabras desperdiciadas y sexo porque sí, para encontrarse de verdad con ella.
Rodrigo, rompe con el hilo de ideas y preocupaciones y deseos más anhelados que se sumergían, y a la vez emergían de la cabeza de Lena: "Estás bien?"
Lena que previamente había desviado la cabeza hacia abajo, volvió a mirarse en los ojos de Rodrigo, y le dio un beso. Ella estaba depositando todas sus ilusiones y esperanzas en ese beso, quería que fuese una demostración de cuánto lo quería, y de que lo aceptaba, pero con la condición de que él no la lastime, un beso que reflejaba deseo y amor, lo quería de verdad. Un beso que contenía más de cien palabras y mil pensamientos.
Para él era un beso como cualquier otro. Pero ella lo sentía de otra manera. El sol comenzaba a salir, y los dos se encontraban sentados mirándose, ella lo quería con toda sinceridad, y moría por decírselo y que el lo entienda, pero el miedo volvía a atacar. Miedo a ser lastimada, miedo a ilusionarse, miedo a pensar, miedo a a todo. El miedo la callaba, y hacía que todo quede en el éter invisible, haciendo que Rodrigo nunca sepa todo lo que Lena había pensado, imaginado, soñado.
Los dos se acostaron para dormir, una vez más. No era más que eso, pero Lena sentía mucho más.
El sol había salido, y sus ojos se cerraron.