domingo, 6 de abril de 2014

Humo

Enciendo el cigarrillo. Veo como se ilumina la punta, convirtiéndose en una brasa ardiente, que de a ratos se atenua, para luego convertirse en propio infierno. El humo se desprende de mí y sube al cielo. Miro hacia arriba, y veo nubes. Nubes que iluminan la noche, porque se han robado los últimos rayos de sol. El humo se hace parte de ellas, ahora es toda una masa espesa gris que acecha desde arriba.
Me acuesto a verlas. De repente en el cielo se forman dos figuras, dos hermosas figuras, que cuentan una historia, que no puede saberse. Pero allí está él, que una vez más se dispone a torturar mi cabeza creando fantasías e ilusiones inexistentes, que nunca sucederán muy probablemente. Observo como su cuerpo nublado danza junto al de la otra figura, que de pronto deja de ser estática y se une a la danza humeante. Maravillada por esto, mis ojos se desvían hacia él, en su estado por momentos alegres y otros nublados. 
Se consume, la brasa comienza a consumir el cigarrillo y yo me consumo con ella. Se consumen mis pulmones que sea agitan en una exhalación de temor, se consume mi cabeza que no para de pensar en él, se consume mi ser. Todo mi alrededor comienza a nublarse, el humo se apodera de él, de mí, de todos. No se puede ver, todo es confuso, pero yo sigo aquí, ciega a la merced del destino, pero continúo acostada en el mismo lugar. El rojo ardiente se apaga. Silencio.
Entre toses logro salir de esa nube densa y grisácea, y me encuentro en el medio de la nada. Mi cigarrillo se apagó, las nubes ya no cuentan historias, él no está conmigo y yo no estoy con él. Debo seguir, ya es hora. Después de todo, era una ilusión, frágil como el humo, que si bien, tiene las formas más hermosas y suaves de la manera en que se retuerce y se estira, desaparece.  Desaparece para ir hacia la nada.
Comienzo a caminar, siguiendo el tramo que hizo el humo, caminando hacia la nada. Pero sigo aquí, y él ya no.