domingo, 31 de octubre de 2010

La última hoja en caer del otoño



Capítulo II

Mi madre me despertó, eran las siete de la mañana, me había dormido completamente. Laura, mi madre, era una persona dulce, compresiva, buena, pero aunque intentaba esconderlo, tenía un halo de tristeza en su cara después de la tragedia. Me dijo que me levantara rápido y que baje a desayunar, mientras me lo decía salió por la puerta y el silencio reinó otra vez en mi cuarto.
Miré el calendario, hoy era viernes. El día mas esperado por mí y por casi el mundo entero. No esperaba la hora de tomarme un descanso de mis estudios, tareas, compañeros y profesores. Bajé a desayunar, me vestí, agarré mi mochila y las llaves. Abrí la puerta, saludé a mi mamá y finalmente salí a la calle.
Observé las hojas cayéndose como estrellas fugaces, los árboles parecían estar poniéndose viejos. Respiré hondo, miré mi reloj; faltaban treinta minutos, cinco para ir hasta la parada, veinte para el viaje y los otros restantes para caminar hasta el colegio.
Llegué al colegio. Me senté en las escalinatas esperando la hora de clases y además a mis amigos. Primero llegó Rita, la más comprensiva y dulce. Luego vino Samara, con la que compartíamos millones de cosas y gustos. Finalmente llegaron las dos payasas, las que me hacían reír hasta estallar; María y Sabrina. Las conocía desde cuarto grado, cuando me cambié de escuela.
Sonó el timbre subimos y empezaron las clases , hoy teníamos geografía, contabilidad, filosofía y lengua. Hoy debía presentar un trabajo práctico y "Señorita Acqua, al frente". ¡Tenía que pasar al frente! Cada vez que pronunciaban mi nombre, se le escapaba una risa a alguno, si sé que mi nombre es exótico, pero ¿Me molestaba aquella carcajada? Sí claro, pero no quería problemas y no contestaba nada. Cuando estaba por pasar al frente, entraron mis dos mejores amigos, Gastón y Fernando. Acomodé las hojas del trabajo y cuando estaba por pronunciar la primer palabra, detrás de mis amigos, entró otra persona, una persona inesperada, una persona hermosa. Había entrado él, Martín.