sábado, 12 de octubre de 2019

Fantasía de humo

Era una noche estrellada de noviembre, corría una cálida brisa pero no hacía calor. Entre gritos y risas de sus compañeros estimuladas por el alcohol, Valentina comienza su regreso a casa. Se despide de todos con una sonrisa en su rostro, hasta que toca el turno de despedirse de Alan. Su sonrisa se esfuma suavemente: no quiere despedirse. No quiere dejar de ver su sonrisa, o de encontrarse todos los días con su mirada. Sabe que no puede estar con él ya que otra persona ocupa su corazón. El amor de Alan corresponde a alguien más. Sin embargo se encontraron mirándose tantas veces, en una relación de casi amistad, casi amor. Valentina sabía que era imposible que él se decida por ella, y también admiraba su lealtad. Por eso se encontraba en un dilema, el querer gritarle sus sentimientos por él, vaciando su pecho y esperando una respuesta mágica que cambiara todo. Pero no lo iba a hacer, ya que sabía que no era correspondido por más que ambos quisieran.

Lo saludó con un beso en la mejilla, deseando que fuera más que un saludo. Sus brazos rodearon su cuerpo, fue un momento en donde ambos cuerpos se encontraron, queriendo no separarse hasta la eternidad, pero separándose al segundo. La química existía, ella sabía que no la estaba imaginando. 

Sonríeron, con tristeza en el interior, sabiendo que ambos se gustaban pero que en ese instante sus caminos se bifurcaban a velocidad luz. Fue hermoso coincidir por unos meses, pero ahora era momento de seguir. El corazón de Valentina latía rápido y fuerte deseando decir con sus últimas palabras todo lo que había sentido por él en esos meses. Pero una vez más: calló.