jueves, 10 de septiembre de 2015

Pieza Musical

A medida que el aceleraba sus manos sobre las teclas, mi corazón latía cada vez más fuerte. Sentía que iba a saltar de mi pecho, para quedar vulnerable frente a sus ojos.
Yo conocía esa pieza musical, y eso creaba una etérea confianza secreta para mí. 
Podría haberme quedado todo el día escuchándolo, era tan cálido, tan excitante y a la vez transmitía calma y paz.
Mientras anotaba en mi hoja símbolos musicales que luego me darían dolor de cabeza, mi cerebro deseaba dejar de ver la pizarra y tan sólo conectar mi sentido de la audición. No podía prestar atención, mi mirada se desviaba hacia él.
El instrumento parecía sonar dentro mío, pero al mismo tiempo en él y en el espacio. No había rincón en el que no reinaran las dulces melodías y notas que sus manos producían.
Por un momento me pareció despegarme de mi cuerpo, caminar unos pasos hacia él, y deseé sentarme al lado de él, quería sentir su energía vibrando más cerca. Tomaría su mano, y la apoyaría en mi pecho para que pueda percibir cómo mi corazón latía fuerte y ansioso.Y él me miraría y comprendería lo que siento.
Saqué mi mirada perdida de esa hoja pentagramada, y la posé sobre sus manos y la acción que estaban llevando a cabo. Luego, miré sus ojos cielo, y sorpresivamente me estaban observando.
Mi sangre comenzó a recorrer mi cuerpo a mayor rapidez, sentí un calor dentro mío difícil de olvidar. Ese calor, que se producía con cada nota que él tocaba, que yo reconocía.
Mi fascinación por él y la manera de tocar, me conectaba directamente con algo divino, algo celestial. Era un paraíso comparado con los días grises que venían lloviendo sobre nosotros.
Era hermoso ese momento, y me lo guardaría para toda la vida. Desearía que se repita, desearía poder escucharlo tocar de nuevo. 
Las aguas de mi interior, se olean cada vez que lo veo, para ahogarme en mi timidez, y desembarcar en algún chiste para controlar el encuentro.
Pero, la verdad, es que frente a él, me siento vulnerablemente bien.
Frente a él, me pierdo, me hundo, para luego nadar en el río de su mirada.