Hecho simple, real y para nada imaginario, él estaba ahí
Estaba caminando por Santa Fe, en el cruce dónde los edificios se odian con los árboles. Entre la guerra salvaje y urbana, estaba él parado en una esquina.
Me llamó la atención su silueta, como si estuviera bordada con el hilo más luminoso. Estaba parado en una esquina, esperando al semáforo.
Mis ojos se fijaron en él, mis palpitaciones se aceleraron. Pensé "Este chico me gustaría". Pero este pensamiento no fue lo que me sorprendió de la manera más divina.
Mis pupilas se detuvieron en su rostro, el iris verde pareció combinarse con las aguas cálidas de sus ojos, mis pestañas le hicieron cosquillas a las suyas. Lo observé bien y me di cuenta que lo conocía.
Mi corazón se detuvo.
La gente alrededor mío, sentada o tomada del caño para sostenerse, desapareció. Los vidrios que me separaban de él, se rompieron en destellos plateados, que festejaban un encuentro singular.
Singular porque él no me conocía, pero yo sí a él.
El hecho de tenerlo como amigo de casualidad en una red social, me shockeó. Entre cientos y cientos de personas que podría haberme fijado, lo vi a él. Hermoso como en sus fotos.
Pasaron los días, los meses. Y esta historia quedó entre los papeles, cartas, y demás anécdotas de mi vida.
"Nunca se va a fijar en mí" pensé.
Al cabo de unos meses, comenzó a dar señales de que comprendía mi existencia, todo a través de esta red social.
Me molestaba más que nunca, tenerlo como amigo, saber donde pasó sus vacaciones, donde trabaja, fotos de él y sus amigos, saber quien es y que le gusta, pero no lo conocía de verdad. Y el a mí, menos.
Finalmente un día me decidí a hablarle, tomé el coraje que había perdido hace años para hablar con chicos. Él me contestó, la charla fue normal.
Un día recibo un mensaje de él, y automáticamente, en mi interior, me convertí en una chica de quince años saltando en la cama porque el chico de sus sueños le dijo "hola".
Sentí como mis vellos se erizaban, mi boca se secaba y mis dedos no vieron la hora de responderle. El saturno en mi piel, se despegaba para viajar a miles de años luz y colocarse en el cielo, junto a mi cabeza que estallaba de alegría.
Luego de esas conversaciones, quedando yo siempre como la última palabra, desistí.
Es hasta el día de hoy que lo sigo viendo por esta página, deseando tenerlo en mi cama, abrazarlo, envolverlo con mis sábanas concretando un amor, pasando de lo platónico a la realidad.
Veo como su talento crece exponencialmente, su creatividad vuela cada vez más alto. Y estoy corriendo, para poder alcanzarlo. Es una estrella que brilló hace miles de añares, pero que hoy sigue haciéndolo. Sin embargo, yo acabo de conocer su esplendor.
Lo deseo, su cuerpo contra el mío, sus ojos mirándome. Si mi fantasía se hiciera realidad, sería más feliz aún.
Hasta que eso suceda, sigo viéndolo a través de mi pantalla, en colores regidos por computadoras, palabras que son sabiamente medidas antes de que él las publique, fotos que no sé si cuentan su realidad o la que el quiere contar.
Simplemente me gusta ir a ese momento en el que por un segundo, fue todo perfecto. El universo nos encontró para después separarnos a través de dos pantallas, y esclavizarme a leer sus estados y ver sus fotos.
Solo me gusta, porque no lo conozco.
¿Paradójico no?
Mis ojos se fijaron en él, mis palpitaciones se aceleraron. Pensé "Este chico me gustaría". Pero este pensamiento no fue lo que me sorprendió de la manera más divina.
Mis pupilas se detuvieron en su rostro, el iris verde pareció combinarse con las aguas cálidas de sus ojos, mis pestañas le hicieron cosquillas a las suyas. Lo observé bien y me di cuenta que lo conocía.
Mi corazón se detuvo.
La gente alrededor mío, sentada o tomada del caño para sostenerse, desapareció. Los vidrios que me separaban de él, se rompieron en destellos plateados, que festejaban un encuentro singular.
Singular porque él no me conocía, pero yo sí a él.
El hecho de tenerlo como amigo de casualidad en una red social, me shockeó. Entre cientos y cientos de personas que podría haberme fijado, lo vi a él. Hermoso como en sus fotos.
Pasaron los días, los meses. Y esta historia quedó entre los papeles, cartas, y demás anécdotas de mi vida.
"Nunca se va a fijar en mí" pensé.
Al cabo de unos meses, comenzó a dar señales de que comprendía mi existencia, todo a través de esta red social.
Me molestaba más que nunca, tenerlo como amigo, saber donde pasó sus vacaciones, donde trabaja, fotos de él y sus amigos, saber quien es y que le gusta, pero no lo conocía de verdad. Y el a mí, menos.
Finalmente un día me decidí a hablarle, tomé el coraje que había perdido hace años para hablar con chicos. Él me contestó, la charla fue normal.
Un día recibo un mensaje de él, y automáticamente, en mi interior, me convertí en una chica de quince años saltando en la cama porque el chico de sus sueños le dijo "hola".
Sentí como mis vellos se erizaban, mi boca se secaba y mis dedos no vieron la hora de responderle. El saturno en mi piel, se despegaba para viajar a miles de años luz y colocarse en el cielo, junto a mi cabeza que estallaba de alegría.
Luego de esas conversaciones, quedando yo siempre como la última palabra, desistí.
Es hasta el día de hoy que lo sigo viendo por esta página, deseando tenerlo en mi cama, abrazarlo, envolverlo con mis sábanas concretando un amor, pasando de lo platónico a la realidad.
Veo como su talento crece exponencialmente, su creatividad vuela cada vez más alto. Y estoy corriendo, para poder alcanzarlo. Es una estrella que brilló hace miles de añares, pero que hoy sigue haciéndolo. Sin embargo, yo acabo de conocer su esplendor.
Lo deseo, su cuerpo contra el mío, sus ojos mirándome. Si mi fantasía se hiciera realidad, sería más feliz aún.
Hasta que eso suceda, sigo viéndolo a través de mi pantalla, en colores regidos por computadoras, palabras que son sabiamente medidas antes de que él las publique, fotos que no sé si cuentan su realidad o la que el quiere contar.
Simplemente me gusta ir a ese momento en el que por un segundo, fue todo perfecto. El universo nos encontró para después separarnos a través de dos pantallas, y esclavizarme a leer sus estados y ver sus fotos.
Solo me gusta, porque no lo conozco.
¿Paradójico no?