sábado, 6 de junio de 2015

Vidas

-¿Cómo podés conocerme tan bien, si apenas nos conocemos?
Preguntó él, a lo que la joven respondió:
- Porque, mi amor, hace muchas vidas te vengo conociendo.

Él levantó sus ojos asombrados, y la vio por primera vez, en mucho tiempo.
 La recordó, tal como era; como había sido alguna vez. Los ojos de la chica, se convirtieron en azules, su pelo se tiñó de gris blanquecino, su tez se arrugó, y ella sonrió.
Todo se desvaneció, y pronto el tiempo y el espacio habrían quedado olvidados. El corazón del muchacho latió fuerte, pues sentía que ya no era un muchacho; era el dulce anciano que alguna vez fue.
Sus ojos se llenaron de lágrimas de alegría, nostalgia y amor. La había amado hacía mucho tiempo, y le alegraba saber que había vuelto a encontrarla, y nuevamente amarla. Sus manos temblorosas tomaron las de ella, frágiles y tiernamente cubiertas de venas, y las besó. Ella se sonrojó y volvió a sentirse una joven otra vez. Recordaron cómo se habían conocido, su primera salida, próximamente su primer beso, la primavera de su noviazgo. Un año más tarde, el casamiento, junto a todos sus seres queridos y colegas. La primer niña, producto de un embarazo complicado. La crianza de ella, entre problemas económicos y algunas peleas causadas por ello, ver cómo se convertía en una mujer, y posteriormente se casaba con un apuesto y buen hombre. El envejecer juntos, y sus nietos jugando alrededor. Los años pasaban, en milésimas de segundo.
Pronto él sintió un nudo en la garganta, sabía lo que estaba por venir: la enfermedad de ella, y el último beso.
Esas memorias aparecieron para romperle el corazón nuevamente, y se quebró en múltiples lágrimas. Buscando aferrarse a la vida, cerró los ojos.
Él los abrió, y sus pupilas se contrajeron en un mar de lágrimas. La vio, a ella, a la muchacha, y se abalanzó sobre ella, abrazándola con todas sus fuerzas. Ella le preguntó:
-¿¡Qué te sucedió!?
Y el respondió, hundiendo la cabeza en su hombro.
-Ni el tiempo, ni el espacio, nada nos puede separar. Y si nos alejamos, sé que te voy a volver encontrar.
Ella sonrió, y le devolvió el abrazo.
El atardecer tiñó la escena de un naranja rojizo intenso, dejándolos así en un aura perfecta, y en sintonía con el Cosmos.