domingo, 26 de abril de 2015

Cuarto Creciente

"Por fin la espesa niebla que la rodeaba, se desvaneció. No sintió alivio, sintió un desgarro en el pecho."

La joven muchacha había estado caminando por meses, buscando las maneras de llegar a su soñada meta. Esperaba más que nadie, poder encontrarla y sentirse completa. Era la clave para su felicidad suprema. Sin embargo, estaba ciega, no podía ver por dónde se movía, ni dónde sus pies se encontraban con el suelo. Una grisácea nube espesa ocupaba su campo de visión terrestre, haciéndola tropezar cada tanto. Sólo podía mirar el cielo, que era su única compañía. 
Había presenciado en su soledad por las noches, dos ciclos lunares y uno que recién comenzaba. Nunca pudo ver la tercer luna llena.
Al cabo del cuarto creciente, la visión nebulosa comenzó a despejarse. Frotó sus ojos, el momento se estaba acercando. Cansada, desdeñada, sus ojeras contaban la historia de mil lágrimas a lo largo de estos meses. Lo que la mantenía viva, era su corazón que latía por llegar. 
Logra mirar sus pies, hinchados y sucios. Sus ropas tajadas, y llenas de tierra. Ve árboles, y puede imaginarse dónde está. Un nudo que amarraba su estómago, tórax y garganta. Sentía cómo perdía el control de sus sudorosas manos, dejándolas a la merced de un terremoto de nervios. Sus ojos buscaban inquietos la claridad. Sus latidos aumentan, el momento está por llegar

Por fin la espesa niebla que la rodeaba, se desvaneció. No sintió alivio, sintió un desgarro en el pecho. 
Nunca había estado allí, no existía ningún final. Todo había sido producto de su imaginación, y ella presa de su ilusión. Las lágrimas brotaron como una epidemia, y su cerebro se colerizó al punto de comenzar a romper las ramas que tenía a mano. No podía contenerse. Estaba tan enojada por haber sido engañada. Su mente y sus emociones le jugaron una broma, pero ninguna parte de su cuerpo se reía.
Por cada crujido de rama que escuchaba, lo sentía adentro. Se estaba quebrajando su interior, sus costillas se deshacían, los huesos astillados, su cráneo estallaba.
No. Su sueño estaba roto en mil pedazos. Ella también. Y él nunca se enteró, porque nunca existió.

La luna llena aplaude desde el cielo, el espectáculo brindado por la chica en la tierra, ya inmóvil.
Está riendo, porque acaba de entender la broma que la hizo quebrarse. No tiene más sueños. No tiene escapatoria. 

La densa niebla la cubre, y la luna se oculta, dejando todo a oscuras.