sábado, 4 de abril de 2015

Globo

Soltar. Soltar era lo que más le costaba. El niño sostenía su globo inflado de ilusiones, fantasías y recuerdos. Memorias que brillaban, mostrando un deseo muy anhelado que se convirtió en realidad.
Los ojos del chico brillaban. No sabía porqué. Se estaba aferrando a ese globo rojo con su vida. Un sueño hecho realidad unía el látex colorad con el piolín fuertemente agarrado por las pequeñas manos blancas.
Todo se mezclaba, todo. El globo cambiaba de diferentes maneras. Todo dependía de la perspectiva desde la que el niño miraba. Era tan amorfo que causaba náuseas. Las pupilas del niño se agrandaban cada vez más. Cegado por el amor hacia él, camina, dirigiéndose a un pozo muy profundo.
El contraste del cielo celeste con el hermoso círculo etéreo, era un placer para los sentidos de la vista. Los pies se le aceleran, comienza a caminar mucho más rápido, hasta la instancia de correr.
Ojos clavados en su objetivo tan logrado, que flotaba sobre su cabeza. Sólo un pequeño hilo lo sostiene. El niño, sonríe, cabeza arriba. Se olvida de su alrededor, tanto que dentro de unos segundos desearía haber mirado al suelo, y aterrizado un poco más.
Habrían sido unos cinco pasos más, hasta que el muchacho nota que su pie no toca más un suelo estable, y se hunde en la oscuridad. Su cuerpo tiembla, se sacude. Mira hacia abajo; un profundo agujero que avecinaba una caída horrenda. Del susto, su mano le juega una mala pasada. Sus dedos se abren, inesperadamente, y su mano se relaja para soltar el piolín, volviéndose a contraer para intentar agarrarlo nuevamente, pero no es posible.
Mientras está por caerse, mira por última vez su hermoso sueño, que lentamente asciende. Ve como la figura redonda roja, se va. Grita desesperado, está perdiendo su sueño hecho realidad. Lo ve volar, lejos.
Ya cayendo, en esa oscuridad abrumadora, cierra los ojos, y así consigue disminuir el dolor de la caída.
Soltar. Se vio obligado a soltar.