Entonces se encontraron, uno al otro, se descubrieron. Entonces, ya estaba sucediendo.
Los miedos, temores, que antiguamente se refugiaban en su cabeza, habían sido quemados, por otros pensamientos que acompañaban al momento. Ella estaba envuelta en un velo suave, liviano y pálido, y el la desnudó. Ella lo quería de verdad, no sabía que iba a pasar, pero lo que fuese le gustaba. Él le parecía como de otro mundo, si bien él era común, como todos los demás, para ella era especial. Especial como para soñar con él. Peleas que se callan con besos. Enojos que se curan con caricias. Violencia transformada en sexo. Sexo que se convierte en amor.
En las penumbras, se podían ver dos siluetas confesándose, una a la otra. El aire estaba rodeado de secretos, combinados con el oxígeno y el dióxido de carbono que exhalaban sus bocas, que se agitaban al ritmo de su respiración. La noche los rodeó, las estrellas los abrazaron, y la luna llena los aprobó. Las galaxias bailaron haciendo girar sus faldas de polvo cósmico al ritmo de la música universal.
-¿De qué te reís?
-No me río, sonrío.
Ella se dio cuenta de cuanto lo quería, y no pudo frenar ese sentimiento. Su corazón latía aceleradamente por él, su respiración se agitaba. El sol observaba escondido, detrás de la luna que se encontraba tan grande y tan hermosa, y al verla tan especial, se sintió bien, y esas vibras positivas irradiaron a los cuerpos. Energías que se desprendían del sol para formar parte de este mundo. Era felicidad.
Ella se dio cuenta. Ya lo sabe. No hay nada que se pueda hacer. Sólo esperar.