Finalmente pude llegar a la orilla, luego de tanto nadar en los oscuros océanos. Lágrimas profundas.
Llegué a una isla, tan cansada, tan aliviada. La arena quema mi cuerpo, pero es tan hermosa a la vez, agarrar los granos y dejarlos caer, volverlos a levantar. Chocan contra otros más, y se esparcen.
Me levanto, observo el paisaje. Parece una isla quieta, pero a la misma vez veo como los vientos sacuden las grandes palmeras, y hace que la arena pueda volar, como pájaros en otoño, escapando del frío.
Frío; puede ser tan bello, pero triste a la vez. Sin la sensación de un calor, ya sea del sol, o humano.
La falta de calor, calor humano. La falta de un amor lejano.
La isla está vacía, por lo que se ve... No hay nadie. Esa frustración momentánea, de no saber si vas a encontrar a alguien.
Alguien, siempre dicen que hay alguien. El no encontrar a esa persona, te desespera.
Es peor, si creés haberlo encontrado y darte cuenta que algo falla.
En la isla, las luces comienzan a atenuarse. El Sol cae, como disparado por Cúpido. Sabe que llega Luna.
Sol se esconde para poder espiarla, tan bella y blanca. Sol se sonroja. Tenues rayos de luz rojizos, tornan la isla en un hermoso infierno rojo.
Camino por la isla, buscando a una compañía, alguien que me acompañe en este recorrido. Me desplazo entre amarillos y naranjas. Pero luego, entre violetas y rosas. Flores. Me hacer recordar a las flores. Son tan bellas, y tan admiradas.
Finalmente anochece. Noche. Luna está en su máximo resplandor. Sol se fue.
Me quedé sola en la isla. Las estrellas y Luna, parecen ser mi única compañía. Las observo detenidamente, tirada en la arena. Son tan luminosas, y están lejos. Muy lejos.
Mi única compañía está fuera de mi alcance. Creo poder soñar.
Duermo. En el sueño vuelo. En mi vuelo alcanzo a Luna y a sus secuaces; las estrellas. Por fin estamos juntas. Es la felicidad, en sí.
Despierto.
Estoy en mi cuarto, con la computadora. Mi vida es normal... Sólo que todavía me falta una estrella por atrapar.