Se encontraba tendida debajo de ese árbol verde claro, con tonos amarillentos en su centro, sentía un frío en su espalda, el hielo del árbol se derretía, las gotas caían como lágrimas de un invierno pasado. Ella sabía que pronto vendría la primavera, en la cual las hojas se iluminarían y luego crecerían flores. Ella recordaba todo con cierta nostalgia, estaba pensando en el frío invierno, estaba triste, no hubiera querido que el otoño terminara, y menos que empieze el invierno, el frío verde opaco que se tendía por las colinas. De repente sintió la necesidad de ir a buscar algo que no veía hace mucho, pero no sabía lo que era. Corrió y corrió, hasta que se detuvo.
Estaba en frente a un inmenso lago azul oscuro, que parecía extenderse por todo el universo. Se acercó y observó el agua. Allí estaba lo que buscó toda su vida; su reflejo. Era ella misma, por primera vez se pudo mirar a sus ojos, era como un sueño, parecía tan perfecto y a la vez, siniestro. Se quedó atontada contemplando el espejo plateado y aguoso. Pero quizo saber más, y extendió su mano. Al ver que su reflejo hacía lo mismo, pensó que la curiosidad también venía de su otra ella. Cuando apoyó la mano en el agua, se dió cuenta que todo había sido tan irreal, que era tan solo un reflejo. Perdió el equilibrio y cayó en las profundas y oscuras aguas del lago. Pensó que esos serían sus últimos minutos, y deseó no haber sido tan estúpida para caer allí. Se estaba ahogando.
Una gota helada cayó en sus ojos, los abrió y vió que estaba abajo del árbol, en una sombra fresca. Era primavera; los pájaros cantaban por todos lados, mariposas parecían demostrar su belleza como si bailara en un carnaval, y el verde intenso se extendía por todo lo que sus ojos veían.
Se alegró de estar viva, y sonrió. Ya no tenía más esa necesidad de buscar algo, pues lo había encontrado en cierto modo. Pero sabía que eso no lo era todo, entonces decidió que más adelante, quizá en el verano se animaría a volver a ese lago, en busca de su verdadera identidad.
Pero mientras tanto, se levantó y observó que el árbol, cuya copa parecían dos ojos, tenía ya su primer fruto. Sacó la manzana y la probó, estaba deliciosa. Entonces emprendió el regreso a su casa, comiendo la manzana y disfrutando los preciosos rayos de sol.