lunes, 4 de abril de 2011

Dura Realidad.

Se despertó. Jeringas, pastillas, polvos, botellas vacías de cerveza la rodeaban. No se acordaba mucho que había pasado, pero cuando se miró en aquel espejo roto y viejo; estaba con el delineador corrido y con olor a cigarrillo. Ella sabía en lo que se había convertido; en una drogadicta. Botellas de vodka barato estaban a sus pies, eran como cuatro. Los cigarrillos y sus cajas vacías abundaban en la sala. En su memoria yacía solamente su pasado. No tenía ni futuro ni presente, aunque no le importara. Pensaba en mandar todo a la mi$#". Aunque no tenía a nadie a quien mandar; no tenía familia, amigos ni compañeros, estaba sola, sola en aquel mundo tan grande y diminuto a la vez. Vio sus muñecas, estaban todas de un color violáceo. Sus venas marcaban sus latidos, sus latidos marcaban su respiración y su respiración marcaba los minutos. Se volvió a mirar en ese espejo, sus ojos tenían un tinte rojo sangre y sus ojeras se hundían en sus propios ojos. No se reconocía, no veía a aquella lejana niña de trenzas color oro. No veía a esa pequeña criatura frágil y humilde. Solamente observaba aquel rostro despedazado, maltratado y triste.
Decidió salir a la calle. No había pisado esa vereda roñosa desde hacía más de un mes y medio. Sus pies y piernas le temblaban, sus brazos y manos transpiraban, su cabeza y sus ojos no se decidían, su respiración se aceleraba y sus latidos aumentaban. Finalmente salió, miró hacia su izquierda; un teléfono público escrito, dañado y lleno de papeles se encontraba allí. Arrancó un papel con tal delicadeza."Te has metido en las drogas y el alcohol? Puedes salir de allí, llámanos y te ayudaremos." Sus manos le comenzaron a temblar y corrió hacia su guarida.
Un llamado, una vida nueva, una nueva oportunidad. No sabía que hacer. Sentía que aquella era su oportunidad, pero también tenía miedo. Se decidió.
Salió a la calle y marcó el teléfono en la cabina pública.
-Hola, Ayuda para A&D ?
-Eh,si... Necesito, necesito...
-Ven mañana a las 4, te estaré esperando.

Se hicieron pronto aquellas cuatro de la tarde. Ella estaba allí, apunto de abrir aquella puerta del gran salón. Transpiraba sudor frío, su mano estaba apoyada en el picaporte. La llamaron. Ella no sabía que hacer.
Nunca más volvió a ese salón, no se reportó ese día. Corrió y corrió hasta un lugar que no conocía. No soportó la idea de aceptar su realidad, en lo que se había convertido, en lo que había realizado. Compró una botella de cerveza barata y se sentó en el callejón. Lloró y bebió, hasta que en un momento se enfureció y rompió la botella contra la pared. La observó, se estaba dando su oportunidad. La apoyo sobre aquella delgada piel.
Nadie lloró por ella, Nadie rezó por ella, a nadie le importó. Su cuerpo yacía inmóvil esperando una nueva oportunidad, una nueva vida.